2011-08

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La Nacion Sábado 29 de agosto de 2009 | Publicado en edición impresa
La Nación, opinión: muy buena
Más allá de una historia inquietante y con una fuerte carga de perversidad, Cabo verde, la nueva pieza de Gonzalo Demaría, narra un hecho ficticio, pero que puede encontrar resonancias en cierta historia del médico español Pedro Ara (aquel que embalsamó el cadáver de Eva Duarte de Perón), en una etapa en la que el profesional desarrolló una serie de investigaciones en el Hospital de Clínicas de Córdoba.
La realidad temporal que muestra la escena, ciertos signos de ira que asoman en el médico y las intrigas que se ponen en juego en algunos personajes remiten a cierta oscuridad de un mundo construido en épocas del peronismo.
La trama muestra a un médico higienista que busca a un chico ario, proveniente de un hogar humilde y que, además, sea el séptimo hijo de una familia, cualidad que le ha posibilitado ser apadrinado por el Presidente de la Nación. La mujer del mandatario, ya fallecido, busca a uno de esos pequeños con el fin de que la acompañe. El médico tendrá esa difícil misión y hasta la lleva a buen puerto, pero la aparición inesperada de la madre del joven trastoca muchos de sus planes y se descubren unas aventuras científicas sumamente crueles. Cabo verde es una pieza básicamente de personajes cuyas intrincadas conductas los acercan a unas patologías muy difíciles de desentrañar. Si bien sus pensamientos exponen una normalidad aparente, ellos esconden unas fuertes historias que, cuando comienzan a asomar, provocan cierta conmoción.
Un elenco impecableGonzalo Demaría dirige a sus actores con mucha precisión. Esos personajes van dejándose ver muy progresivamente y, a medida que avanza la acción, ellos no sólo van adquiriendo una real entereza, sino que, además, demostrarán portar unas máscaras que, si bien al comienzo resultan algo ingenuas, al finalizar el espectáculo se habrán acercado mucho a lo siniestro.
Los cuatro actores demuestran una muy buena construcción de sus respectivas criaturas. La fuerza de una madre -de apariencia débil- por rescatar a su hijo se hace verdadera carne en María Fiorentino. El médico de Rodolfo Roca, aunque pequeño en un comienzo, va demostrando su apasionado universo poco a poco, hasta terminar próximo a la locura. La ingenuidad del discípulo que encarna Luciano Correa se torna pura fortaleza al descubrir los engaños de su tutor. Finalmente, el joven Ramiro Batista hace de su niño un ser verdaderamente desestabilizador de ese mundo que parece tan bien armado.
Resultan muy reconocibles los trabajos del escenógrafo e iluminador Gonzalo Córdova. Su espacio se multiplica en significados para transformarse en gabinete, un sendero de tránsito hacia la calle o el aula magna de una vieja facultad de medicina.
Carlos Pacheco
Critica Digital Natalia Laube 22.07.2009
Ni tan parecida a una propuesta comercial ni estrictamente off, la historia de Cabo Verde es, al menos, estructuralmente distinta a mucho de lo que se puede ver en escena. Si es verdad que hubo una época en la que casi todas las obras duraban más de 50 minutos e intentaban cautivar la atención de los espectadores con algo más que una pequeña situación, con la intención de contar algo distinto que unos minutos en la vida de sus personajes –para comunicar, acaso, una visión del mundo–, Cabo Verde podría pertenecer al grupo de obras gestadas en aquel tiempo.
No se trata de juzgar, por supuesto, la duración de otros trabajos escénicos (dicen que lo bueno, si breve, puede ser mejor todavía), ni siquiera de reflexionar sobre los temas de los que otros dramaturgos eligen hablar: se trata, más bien, de resaltar (¿agradecer?) la ambición narrativa, el interés por contar historias y bucear en épocas que muchos otros no miran. Esta propuesta se ríe un poco de los científicos, divierte de manera inteligente con reflexiones dignas de Cesare Lombroso y al final golpea el corazón como cualquier comedia liviana que incluya niños en su guión. Todo junto.
El destacable trabajo textual de Demaría (Lo que habló el pescado, Novia con tulipanes) pierde, sin embargo, algo de eficacia en la puesta: los actores se muestran sólidos (el gran hallazgo acá es Ramiro Batista, una pequeña gran promesa que ronda los 11 años de edad), pero no llegan a hacer de sus buenos trabajos individuales algo más que la suma de las partes.
Y eso que tanto Rodolfo Roca como María Fiorentino ponen sus años de experiencia escénica al servicio de la historia. Caracterizada como una trabajadora de frigorífico que roza la insanía, la Fiorentino no busca brillar más que el resto, ni se esfuerza por hacer reír con ciertos gags que le brindan sus líneas. Simplemente atraviesa junto a su personaje todos los estados emocionales que se puedan atravesar a lo largo de una hora. Y con eso le alcanza para emocionar.
Casting Porteño por Nestor De Globbi
En la sala “C de la Ciudad Cultural Konex, en Sarmiento al 3100, se presenta los viernes y sábados “Cabo Verde”, una pieza escrita y dirigida por Gonzalo Demaría, y atractiva por su propuesta de entrecruzamiento de hilos argumentales y motivaciones de sus personajes. La sinopsis de su trama da cuenta de que la viuda de un presidente de la Nación, que se ha quedado viuda, encarga a un médico higienista, (director del Depósito de Contraventores), la selección de un chico ario, el más apto de la lista de niños pobres amparados por su difunto marido (aquellos séptimos hijos que, en vez de lobizones, se vuelven ahijados presidenciales). Pero más tarde la madre biológica del niño elegido (una achuradora de frigorífico que además esconde un secreto) se presenta a reclamarlo. También el Doctor tiene sus motivaciones ocultas para entregar el niño a la viuda, mientras se desenvuelve bajo la mirada cuestionadora de un joven asistente, un diligente estudiante de medicina.
El sólido elenco de la obra mantiene una homogénea calidad interpretativa, con momentos para el lucimiento individual, donde el personaje de la madre del niño otorga a la muy fogueada María Florentino oportunidades para su vuelo. Asimismo, el personaje del médico, interpretdo por Roca, (correcto hasta promediar la historia), alcanza un clímax explosivo en los tramos finales, que sorprende al espectador develando aristas del personaje hasta ese momento inimaginables. También resulta un grato descubrimiento el trabajo del niño Ramiro Batista, quien pese a su corta edad resuelve con naturalidad y soltura su personaje, dándole verosimilitud.
Para mirar a nuestro alrededor….